- Me despierto y se proyectan sobre la pared datos que recabaron sensores y generan información diversa: cuánto dormí, datos sobre mi salud. Antes de salir de la cama, la casa ya se puso en funcionamiento, está climatizada y me prepara el desayuno. Me informo y me conecto a las redes sociales.
- Salgo en mi bici inteligente, que además de mantenerme en forma hace un seguimiento sobre mi actividad física. Mientras, con un simple comando de voz le digo a mi asistente de inteligencia artificial que le mande un documento a mi compañero de trabajo sobre lo que vamos a presentar en una reunión por la tarde.
- Ya en la empresa (que tiene un lugar para dejar las bicis y vestuarios), el entorno me reconoce. Me dice dónde hay un puesto de trabajo libre cerca de la ventana, que es donde me gusta. Mi escritorio cambia al verde, mi preferido y la silla se adapta a mi cuerpo.
- Una herramienta de recursos humanos a la que se le cargaron algunas especificaciones arma un equipo de trabajo para el siguiente proyecto. Me pongo a trabajar.
- Después de almorzar, una rápida carga de batería en alguno de los sillones para siesta que tiene la compañía. Son 15 minutos nada más.
- Llego a la sala de reuniones. Están demorados. Se reproduce mi canción favorita automáticamente.
- Después de la reunión, aparece en mi dispositivo que tengo un grupo de amigos que se va a reunir cerca de mi casa. Como está lloviendo, decido irme en alguno de los coches inteligentes que tiene la empresa porque llueve. Hago la reserva y ni le digo donde vivo porque ya lo sabe.
Autora: Paula Molinari
Whalecom Consultores